“Nací en Villafranca del Bierzo, confín occidental de la provincia de León, y allí empecé a leer, en mi adolescencia”. Más de una vez, en entrevistas, conferencias y textos autobiográficos, ha recordado Antonio Pereira (1923-2009) aquellos años en los que se despertó en él la afición lectora, sus iniciales atrevimientos con la pluma, el largo camino hasta llegar a ser un “escritor” reconocido.

         Antonio Pereira comenzó a escribir muy joven, sobre todo poemas, pero habría de pasar mucho tiempo hasta la publicación de su primer libro. Vivió el fructífero ambiente poético que en torno a Espadaña se desarrollaba a finales de los años cuarenta en León y, aunque no formó parte del grupo poético, publicó algunos poemas en la revista. Activo participante en foros literarios, tanto en León como en Madrid, su independencia literaria ha sido una constante en su trayectoria. Afortunadamente para la literatura, los años sesenta son testigos de la eclosión de un escritor que había madurado en los años anteriores y que, probablemente, había postergado la publicación por ese prurito de perfección siempre apreciable en sus textos literarios.

         De manera casi paralela surgen el poeta (su primer poemario, El regreso, se publica en 1964, en la prestigiosa colección "Adonais"), el cuentista (su primer libro de cuentos, Una ventana a la carretera, recibe el premio "Leopoldo Alas" en 1966 y se publica un año después), y el novelista (su novela Un sitio para Soledad, seleccionada en el premio Nadal en 1968, publicada en 1969). A partir de ahí una copiosa bibliografía en los campos de la poesía y la narrativa, cuyo éxito se ha visto refrendado por prestigiosos premios.

         Muchos han sido los reconocimientos “oficiales” recibidos, entre ellos el premio “Leonés del año” (1985), Premio Fastenrath de la Real Academia por ‘El síndrome de Estocolmo’ (1988), Premio Torrente Ballester por ‘Las ciudades de poniente’ (1994), Premio Castilla y León de las Letras (1999), el “Doctorado Honoris Causa” por la Universidad de León (2000) y el “Premio Castilla y León de las Letras” (2001), pero no menor galardón ha sido el afecto constante de sus lectores, siempre expectantes ante la aparición de una nueva obra de su pluma.


Entrevista con Nino en Villafranca
Partes 1 y 2



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